Poema inspirado en el cuadro de Tristram Hillier |
¡Qué
tiempos aquellos!
Con
las puertas abiertas sin ningún recelo.
Por
si alguna vecina, a la hora que fuese,
venía
a por agua del pozo, siempre lleno.
¡Qué
tiempos aquellos!
Con
sus cosas buenas
y
sus contratiempos!
Al despuntar el alba, se llenaban las calles
de
mozos, con los mayorales, a labrar la tierra,
siguiendo
el legado de padres y abuelos.
A la caída del sol, regresaban los hombres
montando sus mulas,
regresando del campo y, con su regreso,
el
sonido del carro, y su traqueteo.
¡Qué
tiempos aquellos!
Con
sus cosas buenas,
y
sus contratiempos!
Aún existe esa silla de enea
esperando
en la puerta
para
coger el fresco.
Esa
silla de enea, sigue vacía.
Dejó
de ocuparla, un día, el abuelo.
Se
marchó en silencio,
se
marchó sin quererlo.
¡Qué
tiempos aquellos!
Con
sus cosas buenas,
y
sus contratiempos!
Al atardecer, la juventud con su lozanía,
debía
recogerse, al encenderse las luces
de
los farolillos, de las calles del pueblo.
¡Qué
tiempos aquellos!
Con
sus cosas buenas
y
sus contratiempos!
Sin
embargo,
Había
de todo– decían-:
falta
de libertad,
muchos
prejuicios,
muchos
anhelos.
Pero,
ante todo
¡Mucho
respeto!
¡Mucho
silencio!
Hoy,
todo ha cambiado, -dicen-,
las
costumbres aquellas
están
obsoletas,
sólo
son, recuerdos.
Ahora se trasnocha.
El
libre albedrío,
se ha transformado
se ha transformado
en
falta de respeto.
Niños
en la escuela
son
amenazantes
con
los maestros.
¡Qué
tiempos, ahora!
Con sus
adelantos,
y
sus contratiempos!
Al
atardecer, como siempre ha hecho,
el
sol se oculta tras el horizonte,
para
renacer al siguiente día,
tranquilo
y sereno.
¡Qué tiempos aquellos!
Con
sus cosas buenas,
y sus contratiempos!
Kety Morales Argudo
y sus contratiempos!
Kety Morales Argudo