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Cuando esta ramita de almendro, tímida pero con fuerza, brotó, lo compartí con vosotros, como algo especial, -al menos para mi- por la alegría que sentí al ver una semilla brotar. Día a día la he cuidado y guiado con mucho mimo. |
El resultado es este.
Disfruto como brota cada rama.
Soy consciente que tendría que transplantarlo para que adquiera su madurez. Eso sería desprenderme de él, y no hallo el momento.
A su lado, otro almendro, fruto de otra semilla, se esfuerza por salir adelante.
Como dije en la primera entrada: No se necesitan grandes cosas para ser feliz.