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15 jun 2007

EL SEÑOR SACO COSTAL






Sisley







En un pueblo de Castilla, vivía un labrador llamado Faustino. En su casa habitaba el señor Saco Costal.
El señor Saco, era muy feliz esperando junto a Faustino la época de la recogida de la cosecha. Un ir y venir de jornaleros le daba a la casa otro cariz. Faustino preparaba los aperos del campo, de las caballerías y los carruajes. Era en esa época, cuando iba al campo, respiraba aire puro, y el señor Saco, se sentía útil; ya que lo cargaban y transportaban de un lado a otro.
Estaba el señor Saco Costal medio adormilado en el patio, cuando notó que le caía algo encima.
- ¡Caray! – exclamó al sentir el golpe -. ¿Qué es esto? ¡Uff! – gruñó el señor Saco.
Moviéndose ligeramente, y con la ayuda del viento, consiguió quitarse de encima lo que le había caído. Vio que se trataba de unos sacos nuevos. De momento se alegró mucho. Pensó que tendría compañeros jóvenes, aunque en el fondo, sintió algo de nostalgia al mirar de reojo y ver su textura intacta. “El tiempo no perdona a nadie ni a nada – pensó el señor Saco Costal fijándose en un pequeño remiendo en el costado, que la mujer de Faustino le había hecho en una ocasión-. Pero, ¿Quién no tiene un remiendo a lo largo de su vida? – pensaba, consolándose a sí mismo.”.Prefirió no dar importancia al asunto, y siguió esperando junto a los otros. De un momento a otro, los llevarían al campo para recoger la cosecha. Su sorpresa fue, al ver a Faustino cómo se llevaba los sacos nuevos y a él lo dejaba abandonado. El señor Saco se puso muy triste. Aunque estaba algo viejo, todavía podía ser útil. Las horas pasaban y nadie se acordaba de él. El señor Saco estaba a punto de llorar. “¡Hacedle eso a él después de tantos años de servicio!”
Mientras tanto en el campo, la tarea continuaba. A punto de acabar, se dieron cuenta que necesitaban un saco más para concluir la recogida de la cosecha. De repente Faustino se acordó del señor Saco Costal. Sin pensarlo dos veces, marcharon por él.
El señor Saco que estaba muy triste por cómo lo llevaban, pensó: “Seguramente, van a deshacerse de mí”. Pero se dirigían al campo donde estaba la cosecha. El señor Saco respiró profundamente y comenzó a alegrarse. ¡Qué alegría cuándo vio que le llenaban como a los demás sacos nuevos!
Como era el más antiguo, le dejaron el sitio preferido.
¡El señor Saco iba arriba del todo! ¡Qué maravilla! Desde allí podía respirar aire puro y ver todo el campo. Como estaba algo delicado, los Sacos nuevos le sujetaban para que no se cayera. El señor Saco Costal presentía el ocaso. Aún así, en ese instante, era el más feliz de todos los sacos.
Ese año fue el último que recogió la cosecha. Pero fue el más feliz de todos, porque, a pesar de sus años, había sido útil hasta el final.

Kety Morales Argudo
1999