Lectura del Quijote en La Acequia, Capítulo LXXI
“De lo que a don Quijote le sucedió con su escudero Sancho yendo a su aldea”
Grabado:
Gregorio Prieto
I
Vencido y asendereado
caminaba don Quijote
con sus propios pensamientos.
Triste, por haber sido vencido.
Alegre, por la virtud de Sancho
Resucitando a Altisidora
Aunque sus dudas tenía,
por si todo era teatro.
Sin embargo Sancho Panza
Se mostraba disgustado
Al ver que Altisidora
las camisas prometidas
aún, no le habían llegado.
- Señor, ha de saber, que soy
El “médico” más desgraciado.
Pues médicos en activo
que con matar al que curan
quieren ser remunerados
consistiendo su trabajo,
firmar una cedulilla
de unas medicinillas, que,
ni ellos han fabricado,
¡Qué las hace el boticario!
Sin embargo a mí,
gotas de sangre me cuesta.
Mamonas, pulgaradas,
azotes y alfilerazos.
Además de no cobrar,
Señor, voto a tal,
Si he de curar otro enfermo
Primero he de cobrar.
“Que el abad, donde canta yanta”
- Tienes toda la razón, amigo Sancho.
Muy mal por Altisidora.
Por no haberte mandado
Las prometidas camisas.
II
Sancho,
puesto que tú ya dispones
De todo el dinero mío,
Si quisieras azotarte
Por el bien de Dulcinea
cóbrate como es debido.
Viendo Sancho que la paga
la tenia a su alcance.
Se ofreció sin un remilgo
Por Dulcinea azotarse.
No sin antes explicar
Lo que le lleva a la acción;
Su mujer Teresa Panza,
sus hijos, y mucho amor
-¿Cuánto me pagará,
por cada azote que me diere?
- Sancho, si tuviera que pagarte
La grandeza y calidad del remedio;
El tesoro de Venecia, las minas del Potosí
Fuera todo tan poco, para pagarte a ti.
Sancho, oyendo a don Quijote
Las orejas y los ojos
De un palmo los abrió.
Dando su consentimiento
De gana y de corazón.
- Señor, como llevo ya, unos azotazos dados
Y aun quedan, tres mil trescientos
Igual, a tres mil trescientos cuartillos.
Equivalen a mil quinientos, medios reales.
Que hacen, setecientos cincuenta reales.
Y juntando los trescientos, hacen setenta y cinco reales
Juntándolos a los setecientos cincuenta
Hacen un total de, ochocientos veinticinco reales.
Y si es así, rico a casa entraré.
- ¡Oh Sancho amigo!
Dulcinea y yo estaremos
Por los días que nos queda
a servirte obligados.
En volviendo ella a su ser
Su desdicha será dicha.
Y, si abreviares a azotarte
Te añado unos cien reales.
-¡Cuándo quiera mi señor!
-Exclamó Sancho Panza-
Sin falta será esta noche.
Solo quiero campo abierto
Y yo me abriré mis carnes.
III
Llegó la noche esperada
Por don Quijote ansiada
Como un enamorado.
Pareciéndole que a Apolo
sus ruedas habían quebrado
alargándose el día, y la noche,
tardaba más en llegar.
Desviándose del camino
Entre los frondosos árboles
Desunciendo, a rucio y a Rocinante
Y después de haber cenado.
Sancho, se retira de su amo
Para poderse azotar.
Don Quijote que le vió
Con denuedo y con brío
Caminar entre unas hayas
Unas palabras le dijo:
-Amigo Sancho, procura
Tus carnes no hacer pedazos.
No apresurar la carrera
Para llegar al final.
Yo desde aquí contaré
Con las cuentas del rosario
Los azotes que te das.
IV
A unos cuantos azotazos
Sancho ya no puede más.
Buscando una estrategia.
-“Al buen pagador,
no le duelen prendas”
-Dijo sancho-.
Por lo que pienso azotarme
De forma que no me duela.
Azotando a los árboles.
Sin darse cuenta su amo
y burlado una vez más.
Arremetiendo una haya
Mientras un suspiro daba,
Comprendiendo que la burla
Bien pagada no estaba.
Sancho Panza exclamó:
- Señor, entiendo que los azotes
Debe pagarlos a más,
En vez de ser a cuartillo,
Mejor, a medio real.
V
Don Quijote al escucharlo
Mientras cuenta los azotes
Le anima no desmayar.
Aunque también reconoce,
la acción, no está pagada
Doblando su cantidad.
Al escucharlo Sancho Panza
dijo: “¡A la mano de Dios,
y lluevan los azotes!”
Muy astuto Sancho Panza
En vez de azotar su espalda
A los árboles le daba
mientras soltaba un suspiro
que el alma le arrancara.
Don Quijote temeroso
que acabase con su vida
sin finalizar la acción,
decidió interrumpirla.
Amigo Sancho,
Zamora, no se ganó en una hora.
Mil azotes he contado
Y tú muy bien lo sabrás.
El asno puede con la carga
Pero no, la sobre carga.
- Señor, no diga eso de mí.
“A dineros pagados, brazos quebrados”
Así que, aparte de aquí
Mi promesa he de cumplir.
- Que el cielo te acompañe,
Y pégate cuanto quisieres
Que yo me aparto de aquí.
Con tanto brío azotaba
los árboles Sancho Panza,
que sin corteza se hallaban
Exclamando al golpear:
¡”Aquí morirá Sansón,
Y cuantos con él son”!
Al escuchar don Quijote
Esa lastimera voz
a la vez que el azotazo,
a Sancho se dirigió:
- Que no permita la suerte
Por culpa de mis deseos
pierdas la vida en ello
Pues tienes mujer e hijos
Y una vida por delante
A los que has de servir.
Que Dulcinea espere
una mejor coyuntura
Yo, contendré la esperanza
Y este negocio concluya
Mientras tanto, amigo Sancho
Recobra tú, nuevas fuerzas
-Si es eso lo que prefiere
En buena hora lo haré.
Señor, a chorros estoy sudando.
Écheme su ferreruelo
Que no quiero resfriarme.
Que un nuevo disciplinante
corre el mismo peligro
Aun quedándose en pelotas
Don Quijote le abrigó.
Sancho Panza muy tranquilo
Hasta el alba se durmió.
VI
Amanece un nuevo día.
Don Quijote y Sancho Panza
Tras caminar unas leguas
Llegaron a un mesón,
como tal, don Quijote lo admitió
Sin tomarlo por castillo
como en otra ocasión;
Con un puente levadizo
Torres, almenas, rastrillos...
La sala que se alojaban
tenía guadameciles
Con sargas viejas pintadas
A la usanza de aldeas.
En una de ellas pintada
Estaba el robo de Elena
llevada a Melanao
sonriéndose a socapa
En otra sarga pintada
Eneas en una torre.
El rostro lleno de lágrimas
Haciendo señas a Dido.
Que en un bergantín huía.
-Estas dos señoras fueron
-dijo don Quijote-:
Desdichadas, por no haber nacido ahora
De ver yo, a estos señores
Ni Troya fuera quemada
Ni Cartago destruida
Pues en matando a Paris
Desgracias se habían ahorrado.
VII
-Yo le apuesto mi señor
- Sin que pase mucho tiempo
Que no habrá bodegón,
En ventas y en mesón
Pintadas nuestras hazañas.
¡Eso sí! El que las pintare,
Que sea mejor pintor
Que el que ha pintado estas.
- Mucha razón tienes, Sancho
El pintor de estas sargas
Será, como Orbaneja.
Pintor nacido en Úbeda,
Cuando alguien preguntaba
Qué era lo que pintaba,
respondía: “lo que saliere”
Certificando al final, ponía:
“Este es gallo” así, no lo confundían.
Ni le preguntaban más.
Al igual que el pintor,
le ocurre al escritor,
dando a luz a un Quijote
diciendo lo que quisiere
como un tal Mauleón,
pues alguien le preguntó:
Qué era “Deum de deo”
“De donde diere” contestó.
Dejando esto aparte,
Dime Sancho, en el campo o en tu casa,
cuando piensas azotarte.
-¡Pardiez, señor!
No importa el lugar
Pero si es, entre árboles
La cosa mejor saldrá.
- Como falta ya muy poco
Para llegar a la aldea
Te propongo que en tu casa
Concluyas con la tarea.
Sancho respondió tranquilo
Que se haría a su gusto
Pero por él, prefería
Concluir con brevedad.
- “A sangre caliente cuando está caliente el molino”
“En la tardanza suele estar el peligro”
“A Dios rogando, y con el mazo dando”
“Más vale un toma, que dos te daré”
“Y el pájaro en mano, que buitre volando”.
¡No más refranes, por un solo Dios!
Dijo don Quijote-, reprendiendo a Sancho Panza-.
Habla a lo llano, a lo liso
Y no a lo intrincado, como siempre te he dicho.
Y verás como te vale, un pan por ciento.
- ¡Mala ventura esta mía!
Refunfuñaba Sancho-.
Pues no se decir refrán sin razón,
Ni razón que parezca refrán.
Por los días que me quedan
Me trataré de enmendar.
Llegando así, esta plática al final
Kety Morales
“Don Quijote en verso”
8/10/10