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16 nov 2007

EL SAXOFÓN MÁGICO



DÍA DEL NIÑO
EN MÉXICO


A TODOS LOS NIÑOS
DEL MUNDO








UN CUENTO PARA RECORDAR

Aquel día, la abuela de Alicia, Daniel y Eduardo, se levantó muy temprano para hacer limpieza general. Pronto vendría Alicia con sus padres a pasar unos días y quería que todo estuviese más limpio que la patena.
Comenzó por una alacena, pero, ¡oh sorpresa!, al frotar un quinqué herencia de sus antepasados, un duendecillo surgió y le dijo: “Soy como el genio de la lámpara maravillosa, pídeme un deseo y se cumplirá”. La abuela algo temblorosa contestó: “Me gustaría preparar una fiesta para mis nietos; Alicia, Daniel y Eduardo. Especialmente para Alicia, no porque la quiera más que a Daniel y a Eduardo, -ratificó-, de Daniel y Eduardo disfruto sus besos y caricias a diario, sin embargo de Alicia no, porque vive a miles de kilómetros, y, ¡la añoro tanto!
El duende comprendió: “Inténtalo –dijo-, y lo conseguirás.” y desapareció al momento dejando a la abuela en un mar de dudas pues los personajes a los que quería invitar eran especiales ¡Mágicos!

Tenía que ponerse manos a la obra. No era fácil localizar a los personajes que quería invitar a la fiesta pues eran personajes de excepción. Es cierto que hoy día, gracias a Internet, puedes comunicarte desde cualquier punto y con los personajes más inverosímiles.
La abuela aceleró su limpieza, tenía que preparar la fiesta. Sin más dilación, se sentó frente al ordenador y comenzó su ardua tarea.
En primer lugar pensó en “El Sastrecillo valiente”. Él podría confeccionar los trajes para sus nietos. Le envió un correo electrónico. Pronto tuvo respuesta. Se encontraba venciendo a los siete enemigos para entrar al servicio del rey. No obstante, haría lo posible por asistir. Su respuesta la dejó un poco dubitativa, el Sastrecillo no decía ni sí, ni no.
La primera tentativa no había sido muy satisfactoria. “Espero no me pase como a Emma, la joven lechera del cuento – pensó la abuela.” El primer contratiempo no era razón para desistir, sabía que cualquier proyecto en la vida está lleno de tropezones, pero lo importante es superarlos.
Se acordó de “Las tres hilanderas”. Seguro que ellas acudirían igual que acudieron a la torre donde estaba la muchacha, -un poco mentirosilla con tal de casarse con el príncipe-, para ayudarla. Aunque a decir verdad, lo mismo no querían deformarse más el labio de humedecer la hebra, el pulgar de retorcer el lino y el pie de hacer girar la rueca. Efectivamente, las tres hilanderas eran muy mayores para tal envergadura, pero no podían negarse a una petición así, y contestaron que lo intentarían. Eso sí, a la fiesta no estaban muy seguras de asistir por su avanzada edad. Así lo comunicaron.
La abuela dio un respiro al ver que tenía solucionado el vestuario. Necesitaba zapatos acordes con el vestuario, ¡quién mejor que Emilio para conseguirlo! Un zapatero afortunado que ganó prestigio gracias a unos duendes, que por la noche fabricaban zapatos de lujo y que él vendía al día siguiente. Pero no dio con él, había ganado mucho dinero, y con dinero la vida cambia. No obstante, los duendes contestaron a la abuela, que ellos se encargarían del trabajo.
La abuela no salía de su asombro y continuó con su tarea. Poco a poco se extendió la petición entre los ínter-nautas y llegó a oídos de El Mago de Oz, quien no quería ser menos y se hizo cargo de las mesas, los manjares, los caramelos, pasteles, tartas…

Quedaba por solucionar el problema de la música. Se puso en contacto con los músicos de Bremen, pero claro, en Bremen no había tales músicos, porque el asno, el perro, el gallo y el gato se habían quedado a vivir en la casa donde quisieron robar los ladrones. ¡Y se acordó del Flautista de Hamelin! quien contestó que haría lo posible, pero sin garantizar nada, porque se había comprometido a limpiar la ciudad de ratones, y lo primero es lo primero.
La abuela, preocupada por si olvidaba a alguien, envió un mensaje invitando a todos los personajes de buena voluntad que quisieran acudir a la fiesta.

***
Por fin llegó Alicia con sus padres. Toda la familia fue a recibirlos al aeropuerto. Daniel y Eduardo daban saltos de alegría. Hacía meses que no veían a su prima y surgió la magia del encuentro, todo era abrazos y besos.
La abuela tenía todo preparado. Los mandó a dormir muy temprano para madrugar el día siguiente. Alicia no tenía problema de acostarse pronto, en Berlín, las costumbres difieren a las de España. Sin embargo, para Daniel y Eduardo era distinto, aún así, obedecieron a su abuela.
-Daniel-dijo Eduardo antes de acostarse-, ¡qué guapa es Alicia!
-¡Ya lo creo!-contestó Daniel-, parece una princesita. ¡Tengo una idea! Podíamos hacerle la prueba del guisante.
-¿Qué prueba es esa?-dijo Eduardo.
-Se pone un guisante debajo del colchón, si nota el guisante es princesa, si no lo nota, no lo es.
Daniel y Eduardo bajaron de puntillas la escalera para que su abuela no los descubriese. Entraron en la cocina, no encendieron la luz pero vieron gracias a unos fósforos mágicos que alumbraban tras los cristales de la ventana. Buscaron un guisante. No lo encontraron. Daniel y Eduardo se miraron un poco decepcionados, de repente exclamaron ambos a la vez: “¡El congelador!” Efectivamente, encontraron una bolsa llena de guisantes y sacaron uno. Corrieron hacia la habitación de Alicia. Aprovechando que Alicia estaba en el cuarto de baño lavándose los dientes, pusieron el guisante debajo de las sábanas de la cama.
Cuando Alicia se acostó. El guisante se descongeló con el calor de su cuerpo y Alicia durmió plácidamente. A la mañana siguiente Daniel y Eduardo se miraban extrañados de que Alicia no dijese nada por lo que sacaron en conclusión que Alicia no era princesa, aunque por su aspecto lo parecía.
Llegó el día esperado, la abuela madrugó más de lo normal. Se asomó a la ventana y miró al jardín, preparado y adornado para la fiesta. ¡Qué alegría! allí estaban; Blancanieves y los siete enanitos. El Soldadito de Plomo con su bailarina Ricitos de oro y los tres ositos. Hansel y Gretel esperaban impacientes para comer tarta de chocolate. “Pinocho” se tapaba la nariz para que no descubriesen que era un poco mentirosillo. También habían acudido La Bella y la Bestia. La Bestia transformado en un bello joven y la Bella con la rosa en la mano, con la cual conoció al que sería su esposo. Caperucita, elegante con su capa roja, muy avispada, después de lo acontecido con el lobo había aprendido que no debía fiarse de nadie a primera vista. Cenicienta discutía con sus hermanastras que tenía derecho a estar en la fiesta, porque el e-mail recibido iba a su nombre y no al de ellas. Pulgarcito, calzado con las botas mágicas de las siete leguas, acudió con sus seis hermanos. Garbancito hizo una entrada a lomos de un caballo espectacular. Gracias al bello animal pudieron verle. Wendy, Michael y Yohn, miraban al cielo, de un momento a otro aparecerían Campanilla y Peter Pan, una vez liberado del Capitán Garfio. El Patito feo deambulaba alrededor de la piscina temeroso de ver su imagen reflejada en el agua. Pero de repente, surgió de la piscina Sirenita que le invitaba a bañarse. El patito, tímido, se zambulló en el agua...¡¡Ohhh! Fue entonces cuando descubrió que no era un patito feo ¡Era un cisne majestuoso! La Bella durmiente, soñolienta, pedía café para despertarse No era para menos, después de dormir cien años. También asistieron a la fiesta; La Tortuga y El Galgo, La Ratita presumida y El Gato con botas...
***
En ese instante, Alicia, Daniel y Eduardo junto con su abuela entraron en el jardín. Alicia, rubia, ojos azules, vestía el traje de la Reina de las nieves con botines a juego. Daniel, rubio, ojos verdes, y Eduardo, pelo castaño y ojos azul grisáceos se engalanaban con ropas de Zipi y Zape.
¡Cómo disfrutaban jugando al corro de la patata, a la gallinita ciega, al escondite, a la comba, al “veo veo”, al pañuelo... ¡Hasta echaron carreras la tortuga y el galgo! La abuela preparó acericos con bonis para que jugasen. Ninguno conocía el juego, la abuela les explicó: “Se esconden los alfileres en un montoncito de arena. Los participantes, golpean el montón de arena con una piedra pequeña. Quien descubre un alfiler lo gana y quien más alfileres de colores gana, más llena su acerico.
La abuela comprobó que todo estaba perfecto. Todo, excepto..., la música. “Si él viviese no habría problema - murmuró para si la abuela pensando en su padre- y una fiesta sin música no es fiesta.”
Un personajillo un tanto extraño se acercó a la abuela y dijo: “Si no le importa yo puedo solucionarle el problema”. Todos los asistentes fijaron su mirada en él y exclamaron al unísono “¡¡Es el Músico Maravilloso!!”Al oír emocionada la abuela preguntó: “¿Quién eres tú? ¿Cómo te llamas?”
“Wolfgang Amadeus Mozart.” La abuela avergonzada por no reconocerlo le pidió perdón, y Amadeus, sin dar importancia al asunto, se dirigió hacia un ángulo del jardín, donde por arte de magia, había un piano y esperaban unos músicos...De repente, en un descanso, entre los músicos apareció un señor de pelo blanco y ojos claros con un saxofón que relucía más que el sol. Entonó un vibrante pasodoble: “En er mundo”. Todos sintieron algo especial al escuchar el saxofón. Alicia, Daniel y Eduardo, escuchaban embobados. No lo sabían, pero era una música dedicada a ellos. A la abuela se le encogió el estómago y el corazón le latía a un ritmo acelerado. Ella no había enviado ningún correo al cielo. Guardó silencio mientras acariciaba a los niños ¡Era el regalo más mágico de todos los regalos! Cuando finalizó la canción, los niños quisieron acercarse al saxofonista pero el músico se convirtió en una nube que desapareció en el infinito.
Los niños no sabían bien de dónde habían salido todos esos personajes, aunque eso no importaba. Era el regalo más bonito para Alicia, Daniel y Eduardo, y el día más feliz para su abuela.

Kety Morales Argudo
"Los cuentos de la abuela"
Fue en julio del 2006 cuando lo escribí para mis nietos. Y por supuesto, para quien se sienta niño.

Un pequeño homenaje a México. y a todos los niños del mundo
Según Clarice el día 30 de abril se celebra el Día del niño.