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26 ago 2008

DON ALONSO QUIJANO: SIGLO XXI















Cuando comenzamos con "El Curioso Impertinente", en un comentario, P.M.T. sugiría escribir sobre los personajes del Quijote en la vida actual. Apoyándome en unos datos que daba en el blog de Ele Bergón, escribí estas lineas y se lo mandé. Luz lo ha colgado en su blog, pero me recomienda ponerlo en el mío. Después de pensarlo, me he decidido.
Puesto que el relato de Conchi está finalizando, os invito a continuar este, a ver que se nos ocurre.

DON ALONSO QUIJANO: SIGLO XXI
I

En un lugar de la casa cuyo rincón no importa, se hallaba ese artilugio llamado ordenador, el cual don Alonso –exdirectivo de un banco afamado-, prejubilado, sin saber por qué, se había enganchado de una forma tal, que hasta su mujer le había abandonado.
Don Alonso ofuscado por su descubrimiento, apenas se percataba de la lejanía de su mujer, que andaba con sus amigas disfrutando de los baños en la playa junto al mar.
Pinchó una vez más en la página que le tenía trastornado. De seudónimo, Dulcinea, según su perfil; ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni tonta ni lista, en fin, que don Alonso recordó esa frase que dice: “En la medianía está la verdadera felicidad” y con ese pensamiento siguió buceando en su página.

Habitaba Aldonza, la tal Dulcinea en una casa blanca con veleta, heredada de sus antepasados. Salió como todas las mañanas con su cesto al supermercado. Cogió un carro como era usual y comenzó el trasiego rutinario por los pasillos. Ese día la gente se arremolinaba en corrillos cuchicheando algo que ya había llegado a sus oídos.
Al llegar a la caja, Sanchica, hija de Sancho, la miró de reojo esquivando mirarla frente a frente, su padre, le había advertido ser cauta y discreta. Al fin y al cabo él era autónomo y se ganaba el sustento acudiendo donde le llamasen, pues sabía de todo un poco y lo mismo arreglaba un grifo, que transportaba muebles..., esto le daba opción a saber los entresijos de muchas casas.
El último encargo que había tenido Sancho, Fué transportar unas cajas con libros -algunos de informática, que don Alonso había adquirido para el manejo del ordenador-, al chalet de la sierra, temía que un día su mujer en un arrebato de ira hiciese un estropicio.
En casa de Sancho empezaban a estar preocupados, no sabían nada de él.
(Kety Morales Argudo)

II

Dice, pues, la historia, que el de Seur era muy rápido y eficiente, y con deseo de encontrar aquella imprecisa dirección partió, en su furgoneta, hacia el pueblo de Sancho. Antes de entrar en él vio, en las orillas de un arroyo, estar haciendo botellón cantidad de chicos jóvenes, a quienes preguntó si le sabrían decir si en aquel lugar vivía una mujer llamada Teresa Panza, mujer de un tal Sancho Panza, trabajador autónomo de chapucillas diversas y ayudante ocasional con un ejecutivo de Telefónica prejubilado llamado Alonso Quijano, a cuya pregunta se levantó en pie una joven que estaba agitando una botella de Coca Cola y dijo:—La Teresa Panza es mi madre, y el Sancho ése, mi padre, y el don Alonso, un cliente suyo que está como una chota. Desde que un día llamó, anda “missing” mi viejo y… la vieja desesperadita que no para de hacer horas en ca los pijos.—Pues, si no te importa, acompáñame a casa de tu madre—dijo el de mensajería— porque le traigo una carta y un paquete de ése al que tú llamas “viejo”. Jesús, qué juventud, ya no hay respeto ni na. —Vale, tío, voy contigo que igual algo cae —respondió la chavala, que mostraba ser de edad de dieciocho años, poco más a menos.Y dejando la Coca Cola y el tinto don Simón a otra compañera, ajustándose los pantalones caídos y la camisetilla ajustada, que dejaba al aire su ombligo con plateado piercing , atándose las deportivas de marca falsa ,se plantó de un brinco en la furgoneta y dijo:—Enseguida vuelvo, coleguís, dejadme algo de calimocho pa luego. Vamos, tío, que a la entrada del pueblo está la casa, y la Teresa con muchas ganas de saber algo de su hombre. Como dice “en qué hora se junto con ése chiflao que va a ser nuestra ruina”.
(Abejita de la Vega)
III
SANCHICA Y EL MENSAJERO
"—Sal mama, abre, que viene aquí un tío de los de Siur que trae una carta y un paquete del papa.A las voces de su hija, salió Teresa Panza, su madre , fregona y cubo en mano, con una falda acrílica floreada —parecía, según estaba de mal cortada, que se la habían alzado por detrás —, con una chaqueta chapuceramente tricotada y una blusa que dejaba al aire el canalillo. No era muy vieja, aunque aparentaba pasar de los cincuenta, pero fuerte, tiesa y bigotuda; la cual viendo a su hija, y al mensajero junto a la furgoneta, le dijo:— ¿Qué es esto, niña? ¿Qué señor es este?—Es un empleado de paquetería —respondió el mensajero.Y, diciendo y haciendo, se acercó a la puerta y se fue con mucha cortesía a dar la mano a la señora Teresa, diciendo:—Le presento mis respetos, señora doña Teresa, como esposa legítima del señor don Sancho Panza, concejal de Barataria.—¡Ay, señor, quítese de ahí, no haga eso —respondió Teresa—, que yo no soy nada palaciega, sino una pobre asistenta, hija de un peón caminero y mujer de un trabajador autónomo , y no de concejal alguno!—Usted —respondió el mensajero— es mujer dignísima de un concejal de Cultura archidignísimo, y para prueba de ello reciba usted esta carta y este regalo.Y sacó al instante un collar con extremos de oro, y se lo echó al cuello y dijo:—Esta carta es del señor concejal, y otra que traigo y este collar son de la señora duquesa, que os lo envía con sus respetos.Quedó pasmada Teresa, y su hija ni más ni menos, y la muchacha dijo:—Que me maten si no anda por aquí el chalao de don Alonso, que debe de haber dado a padre la concejalía de Cultura que tantas veces le había prometido.—Así es la verdad —respondió el del paquete—, que por respeto del señor Alonso es ahora el señor Sancho concejal de la ínsula Barataria, como se verá por esta carta.—Léamela, si no es mucha molestia señor —dijo Teresa—, porque, aunque sé leer despacito, no sé leer de corrido .—Yo sí sé leer y tengo sacado el Graduado,…lea mejor usté —añadió Sanchica—, pero espérenme aquí, que yo iré a llamar quien la lea, el cura mismo o Sansón Carrasco, que vendrán de muy buena gana por saber noticias de mi padre.—No hay por qué llamar a nadie, que aunque no tenga el títulillo, sé leer y la leeré. "
(Abejita de la Vega)
IV

Fermina, la señora que prestaba servicio, en ausencia de la esposa de don Alonso, poniendo un poco de orden en la casa, entro de manera atropellada en el cuarto donde nuestro caballero chateaba de manera impenitente:“Señor, exclamó, pero desde cuando no sale un poco a pasear por el campo”. “Venga, venga, atienda al cartero, que está en la puerta, mientras una ventila un poco esta “cochinera”, y apague el ordenador ese, no sea que me vaya a dar “calambre”, como la semana pasada.” “Ay, don Alonso, que a gusto estará su señora en la playa…”-“Que pasa, `pregunto don Alonso, con la cara algo desencajada por haber tenido que abandonar su guarida?”-El funcionario le entregó la carta certificada, recogió la firma en el justificante de entrega y dio media vuelta sin siquiera despedirse. Sabia que era inútil.Don Alonso, tembloroso, al ver que era una notificación oficial de la Seguridad Social, leyó el escrito con cierto sentimiento de estupefacción.“Señor –pensó- ahora resulta que estos tipos de la Seguridad Social me dicen que llevo mas de un año sin pagar la cuota del Regimen Especial de Autonomos Prejubilados y que, por tanto, dentro de tres años, cuando me llegue la jubilación, no voy a cobrar ni un duro…”-“Maldita sea, Señor, ¡por el Caballero del Vellocino de Oro!. Como me puedes exigir a mi, a un hidalgo castellano, que llevo todavía migas de pan en la pechera, de lo que ayer cene, que me acuerde de pagar unos miserables recibos…”-“Tunantes, bellacos, malandrines…” “Ahora mismo enfundo mis armas y me dirijo al Ministerio a derribar gigantes”. “Voto a brios, reclamo celestial ayuda para este meritorio empeño…”
(Antiqva)
V
Tan ofuscado estaba don Alonso que olvidó vestirse como acostumbraba cuando acudía a su trabajo –trajeado y encorbatado-, y marchó a las oficinas de la Seguridad Social dispuesto a enfrentarse con el gigante que se había atrevido a reclamarle a él, ciertos pagos, con un pantalón corto raído, una camiseta desgastada y unas chancletas. Y como hacía calor, resguardó su cabeza con un sombrero de paja ya desmelenado por los tumbos que había dado por las playas.
Su sorpresa fue, al llegar a la oficina, una fila de personas, parecida a la de Jesús de Medinaceli el primer viernes de Dolores, daba la vuelta a la manzana, todos pacientes esperaban su turno para arreglar sus papeles.
La fila avanzaba lentamente, pero avanzaba. Después de unas horas de espera, don Alonso entró en la oficina dispuesto a comerse el mundo. Detrás del mostrador, una joven de pelo negro rizado, recogido con gracia por un cogepelo, tez bronceada, vestida con pantalón y camisa de lino blanco, le atendía.
- Quiero hablar con el responsable de este desaguisado- dijo muy serio don Alonso-, mostrándole la carta.
- ¿Cómo dice? - Respondió la joven sorprendida-.
Don Alonso se dio cuenta que no es lo mismo estar a un lado que a otro del mostrador, la situación cambia sustancialmente. Por más que insistía en hablar con el responsable de dicha carta, nadie le resolvía nada. Le mandaban de un apartado a otro sin más, con sonrisas burlescas
.
(Kety Morales Argudo)
VI
De tanto andar en el ordenador y dormir tan poco, la fantasía se le llenó de todo lo que veía en la pantalla, en ésto descubrió, al ir de un apartado a otro, treinta o cuarenta ordenadores funcionando y, dirigiéndose don Alonso a Sancho, le hace saber que esos gigantes con él no podrán y de inmediato su problema cancelarán. ¡No mi señor! eso son computadoras y nada resolverán, tiene Vd. que pagar si menester tienen de considerar su olvido. Ellos son gigantes y si tienes miedo quita de ahí y ponte en oración que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Dicho esto y sin mediar palabra empezó a aporrear teclados en busca del programa que le incluyera como pagadas las cuotas y, decía, por muy Bill Gates que seáis me váis a saldar el débito.Los funcionarios perplejos por el espectáculo que estaban viendo, habían llamado a la policia y, en nada, se llevaron a don Alonso bajo la atenta mirada de Sancho que le decía: ¡Válgame Dios!, ¿No le dije yo a vuestra merced que no eran nada más que computadoras?...
(Sabela)
VII

Cuando Sancho entró en casa la encontró vacía. Dando un grito llamó a su hija y a su mujer.
-Maria Sancha, Teresa. Sanchica, Teresina ¿dónde estáis? ¿Hay alguien encasa?
Al darse cuenta que no contestaba nadie y como venía algo sofocado por la historia de Don Quijote y los ordenadores, abrió la nevera y vio que por fortuna sólo quedaba una cerveza fresca. Después pasó al salón y sentado en el sofá encendió la TV y se topó con su amigo, vecino y jefe Alonso para comprobar cómo la policía lo estaba calmando dentro de un gran alboroto que se había formado en la oficina del INEM. Sancho entonces recordó y sonrió al pensar cómo se había escabullido y poniendo “pies en polvorosa”. Después cogió el metro y no se sintió seguro hasta encontrarse en casa.
Al poco sonó el timbre. Miró por los visillos de la ventana y respiró al comprobar que era su mujer Teresa, Juana, María, que eran los nombres con los cuales él la llamaba cuando estaban muy juntitos y en arrumacos. Venía de la compra cargada con un arsenal de bolsas del supermercado donde su hija Sanchica, de la que estaba muy orgulloso, había conseguido un puesto de cajera. Al pensar en la niña, recordó aquella historia del mensajero que le había contado su mujer. Le interesaba.
-¿Por qué tardas tanto en abrirme? ¿No te das cuenta que vengo arriñonada de fregotear toda la mañana y ahora encima tendré que hacer la comida. ¡Como si lo viera!
-Trae, trae, dice solícito Sancho que un día me vas a dejar viudo y todavía tenemos que disfrutar de mi cargo de Concejal de Cultura.
-Menudo Concejal estás tu hecho. Si son cosas donde El Alonso está por medio, seguro que “vamos por lana y salimos trasquilados”
-Que no mujer, que ya sabes lo que se dice “ a quién buen árbol se arrima buena sombra le cobija” y prepara ya la comida que tengo gazuza y aunque no “haiga” nada en la nevera “ a buen hambre no hay pan duro”.
-Pues ya puedes ayudarme tú porque si no ahí te quedas y “con tu pan te lo comas”- Dice Teresa ya muy enfadada.
-¿ Y qué me voy a comer? -Responde Sancho
-Pues que ha de ser, el hambre. Ya lo dijo Cervantes : La mejor salsa del mundo es el hambre; y como éste no falta a los pobres, siempre comen a gusto” .
-¿Y desde cuándo lees tú a Don Miguel?- Dice su marido asombrado. Desde que anda con Alonso le ha instruido algo, ya que el jubilado tiene por costumbre leer muchos libros y luego comentárselos.-Pues desde que voy a la Escuela de Adultos que allí leemos y aprendemos un poco de todo y tú deberías hacer lo mismo en vez de andar tanto de la zeca a la meca.-Yo estoy muy ocupado pensando en ese puesto que me va a dar Alonso de Concejal y deja ya de parlotear que la cerveza me pide un poquito de jamón de este tan bueno que has comprado.
(Luz del Olmo)

VIII

Fermina acudió a casa de don Alonso como todas las mañanas. La casa estaba vacía, -¡Hola! ¡Hay alguien! -Gritó Fermina ante ese silencio espectral que reinaba en la casa-. Entró en la guarida de don Alonso, aprovechando que estaba sola husmeó entre sus libros, “Qué hombre tan raro éste, la cantidad de libros acumulados, y qué titulillos; “Amadís de Gaula”, “Amadís de Grecia”, “Don Olivante de laura”, “Jardin de flores”, “Florimorte de Hircania”, “Don Belianís”, “La Diana”, “La Galatea”, “El coloquio de los perros”, “Cortadillo y Rinconete” “Don Quijote de la Mancha” éste último abierto junto al ordenador.
Aunque Fermina no era aficionada a la lectura -más que nada, por falta de tiempo. Se detuvo a leer un fragmento:

-"¿Donde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal".

- Esto será dedicado a esa tal Dulcinea del Toboso, de la que tanto se habla. Absorta estaba en la lectura, cuando oyó que la puerta de la casa se abría, corrió a ver quien era. Regina, la señora de don Alonso volvía esplendorosa y bronceada de la playa.
- Buenos días Fermina, el señor, ¿está en casa?
- No, señora, recibió una notificación de la Seguridad Social sobre unos pagos atrasados, y salió todo desencajado dispuesto a enfrentarse con quien fuese para solucionarlo, y todavía no ha vuelto.
- La culpa de este cambio de carácter la tienen todos estos libros raros que ha comprado en la Feria del Libro- dijo malhumorada Regina-. Ayúdame Fermina, los sacamos al jardín y los quemamos antes que llegue. -¡Señora! -exclamó Fermina-, mejor los metemos en una caja y los tiramos al contenedor del papel. Al menos serán reciclados y aprovechados para algo valioso. ¿Qué le parece si salvamos Don Quijote de la Mancha? me da la espina que éste merece la pena.
-No lo creo, pero si tienes ese capricho...-refunfuñó Regina mientras recogía libros-.
En esas estaban, cuando sonó el timbre de la puerta.
(Kety Morales Argudo)
IX

Hola troncas que soy yo Sanchico el hijo de Sancho Panza os he encontrado navegando por la red y me he dado cuenta que estais escribiendo la historia de mi fami y como siempre, OS ESTAIS OLVIDANDO DE MI mucho escribir sobre el Sr. Alonso mi padre Sancho mi madre Teresa y ¡cómo no! os habeis puesto a decir cosas de mi hermana Sanchica y YO ¿QUÉ? Que sepáis que tengo quince años y voy a repetir segundo de la ESO es por culpa de los profes que no se enteran de nada tengo faltas de ortografia a mogollón, pero mi pibita que este año va a hacer 3º me lo ha corregido y me lo ha hecho repetir tres veces lo de poner puntos comas y acentos ya me niego aunque ella dice que vosotros sois gente muy ilustrada y luego os poneis mogollon de pesados con eso.
(no os quejeis que os dejo un punto y aparte)
A mis viejos les oí decir el otro dìa que me van a llevar a un colegio de curas en Guadalajara porque mi padre tiene un primo alli espero que no se les ocurra porque me escapare ni hablar yo alli no entro si tengo a toda la peña en el barrio a mi lo que me flipa es ir con los coleguitas por ahí los findes un momento no penséis mal que yo controlo y no bebo me gusta la marcha y la juerga pero nada más lo que de verdad me mola es el ordenador mucho mas que la tele y me paso las horas con la pley y sobre todo el movil Sanchicha que es tonta siempre me esta echando la brasa pero yo paso desde que trabaja no hay quien la aguante y mi viejo siempre esta hablando de ella que si es lista que trae dinero a casa ba en cuanto pueda yo tambien busco un buen curro como el Richi y me saco 2000 euros y a vivir y a gastar que para eso es la vida ¿no? y a ver si escrbis algo mas divertido que esto esta ya muy pasado pero como se os ocurre volver otra vez al Cervantes que es un pesao y encima no sabe escribir.
no os lo escribo como los mensajes que mando por el movil porque no os ibais a enterar de nada y quiero que esta vez me hagais caso.
(Anónimo)
X

Nada más salir Sanchico de la vivienda, doña Regina y Fermina se pusieron manos a la obra con intención de vaciar las estanterías llenas de libros, antes que llegara don alonso y pudiera sorprenderlas.
-Y cuando don Alonso se de cuenta que faltan los libros ¿qué le dirá?
-No lo he pensado pero ya se me ocurrirá algo que justifique su falta.
-¿Y si sacamos las tapas y rellenamos el vacío con hojas de periódicos? Quizá tarde más tiempo en darse cuenta y mientras, usted lo ganará para inventarse algo.
-sí Fermina, has tenido buena idea. Te agradezco que me ayudes, porque últimamente estoy muy nerviosa y no sé qué hacer ni por dónde empezar. Alonso ya no se preocupa de mí, ni siquiera me mira ni me halaga con sus piropos. Y mira que hago cosas para que se fije, pero nada, no hay manera. Me compro ropa llamativa, me he cambiado el color del cabello y me he cambiado el peinado, me he hecho una limpieza de cutis que me ha costado un pastón, voy a gimnasia y hago dieta para mantener la figura, pero chica, él no tiene ojos nada más que para sus libros y esas historias tan estúpidas que contienen. Cualquier día pierde la razón que eso ya se lo digo yo, pero ni me escucha, como si le hablara a la pared. A veces le quiero comentar lo que veo en la tele ya que él no la mira, por ejemplo: lo que pasa en la serie “Cuéntame” y nada de nada. Y lo que es peor, se pasa las noches enteras en el ordenador, ahora dice que quiere escribir él también. ¡No sé que querrá escribir él! Para acabar de perder la cabeza como yo digo. ¿Qué necesidad tiene él a sus años de tantas tonterías? ¡Ninguna! Esas cosas son para los jóvenes como Sanchico. Él lo que tiene que hacer es estar por mí y agradecerme el sacrificio que hago para mantenerme en forma y gustarle.
-Cálmese señora, que don Alonso va a perder la cabeza y a usted le va a dar un patatús.
-¡Cómo quieres que me calme si ni siquiera me dice cosas bonitas como antes! Es más, yo creo que ya no me quiere, que no está enamorado de mí.
-¡Ay señora, no diga eso! ¡Usted está guapísima con ese color moreno del sol que ha tomado en la playa! ¿Por qué no habla con el médico? El doctor Fernández es muy amable y comprensivo, seguro que lo entenderá y a lo mejor le manda un tratamiento que le haga entrar en razón.
Las dos mujeres hablaban mientras descuadernaban los libros, los metían en cajas y rellenaban las tapas de periódicos y volvían a colocar en los estantes como si nada hubiera pasado.
Regina miró la hora en el reloj de pared, impaciente por la tardanza de su marido al tiempo que le vino a la cabeza una absurda idea.
-¡Ay Fermina! ¿no tendrá una amante como ese don quijote del libro?
-¡Por favor señora, no diga tonterías, que usted también va a perder la cabeza!
-¡Ya no sé qué pensar! ¿Por qué tarda tanto? ¡Ya tendría que haber llegado! ¡Para mirar una carta no se necesita tantas horas!
(Piedad Martos).



XI


Sancho y Teresa

Mientras bebe la cerveza tumbado en el sofá, Sancho observa a Teresa como trajina de un lado a otro
-Bueno y qué, que has aprendido en ese colegio de adultos.
-Hoy hemos estado con Rubén Darío.
-Con quien? Que no me entere yo que estas tú con nadie,
-¡Que no hombre, que no, es un poeta muy refinao. Nos ha dicho el profe que escribamos una poesía, figúrate, yo que nunca he escrito, pero ya sabes lo testaruda que soy, me he puesto y me ha salido una cosilla. ¡Quieres que te la lea?
- Si te empeñas- dijo Sancho mientras se llevaba una aceituna a la boca.

-Teresa:
No es verdad cariño mío
Que en esta casa que vivo
Se respira libertad.

-Sancho -¡¡Si!! Contestó muy convencido.

-Teresa-
Entonces, porqué…
Si marcho con mis amigas
Y no preparo la cena
No me mimas, no me besas
¿A eso se llama amor?

-Sancho -¡No digas más tonterías!

-Teresa :
Cariño, yo no digo tonterías
Sabes bien a ciencia cierta
Que te coges la rabieta
Si no preparo un filetón.
Como quieres que te quiera
Con esa cara que pones
si me marcho de excursión.

-Sabes que te digo - dijo Sancho-, más vale que estuvieras haciendo tus cosas en vez de gastar el tiempo en esas tonterías. Te están llenando la cabeza de pájaros.
Anda, prepara la cena que mañana tengo que madrugar. Aunque bien pensado, no está mal que te culturices para cuando me ofrezcan ese puesto de concejal.
(Kety Morales Argudo )

XII

Últimamente mis viejos están un poco piraos. El otro día, llegué del insti y encontré a mi madre hablándole a mi padre en verso. Sí, era en verso porque rimaba, que eso lo he dado el otro día con la profe de lengua y como todavía no me había aburrido, lo entendí. Lo de asonante o consonante todavía no me aclaro. Mi madre Tesesa con el verso y mi padre Sancho diciéndole que va a ser concejal ¿de qué? Está tonto Yo creo que a los dos se le ha ido la olla y se están contagiando del Alonso. La Sanchica es otra que tal baila, ahora sale con un tronco que no me gusta nada y no la puedo ni hablar. Los he visto dándose un pico en la puerta del Mercamona. Mis viejos no saben nada, ¡cómo están tan entretenidos con sus cosas! y así pasa que cuando les digo que no quiero seguir en el insti y que no me gusta estudiar, pues nada, ni caso. ¿Pa qué quiero saber yo lo que escribía hace tantísimos años un tal Jorge Manrique con unas coplas que se las dedica a su padre que encima ya estaba muerto. ¿para terminar hablando como mi madre? ¡Qué no, que me voy a salir del insti! Si no fuera por los coleguitas no aguantaba ni un día más allí y es que los profes todo el rato están dando la brasa con esto y lo otro. ¡Uf! ¡qué pesadez de gente mayor! ¡Qué muermos son todos!

(Luz del Olmo)

XIII

SANCHICA DE CAJERA
Sanchica aprovecha el tiempo que tiene para tomarse un café, y desahogarse con Camila, su compañera de caja.
-¡Jo! Tía qué movida hubo anoche en mi casa, y todo por culpa de mi hermano Sanchico que se ha ofuscado en que no quiere estudiar. Que quiere ser autodidacta, dice. ¡Figúrate! mi padre, que no sabe- bueno, ni yo- de palabrejas raras se alteró todavía más. Encima va mi madre y solo se le ocurre decir: - Sancho, Y si se fuese al extranjero, mis compis del cole de adultos hablan maravillas de sus hijos: Que aprenden mucho,. Que con los idiomas encuentran trabajo más fácilmente. Que así se hacen más hombres.
-¡No seas burra mujer! – contestó mi padre irritado-. Se tratará de chicos que estudian, Pero si no se ha sacao ni el graduado ese que dicen que es tan importante para poder continuar estudiando.

Su compañera la miraba absorta mientras apuraba su café
-Menos mal que ahora ha decidido terminar el graduado. Tal vez ahora con novia…
Sanchica dio un respiro de alivio mientras volvían a sus puestos de nuevo.
(Kety Morales Argudo)