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29 may 2017

¡CÓMO PASA LA VIDA POR MI VENTANA!


Edward Hopper. 




















Veo, un niño correr alegre y juguetón,
aun ignora la tristeza del alma.
Salta, juega, ríe, ¡qué envidia me da!
Qué no cambie nunca,
que nunca entristezca!
Que no le hace falta.

¡Cómo pasa la vida por mi ventana!


Un joven camina con paso firme,
en sus ojos, la mirada ausente
por un amor que deja.

Una joven se cruza con él,
en sus labios lleva un beso de amor
que no quiere borrar,
que perdure su huella.

¡Cómo pasa la vida por mi ventana!

Pasa una señora de mediana edad,
en sus manos lleva, unas bolsas llenas,
seguro son, de ternura, cariño y bondad
o, quizá de desvelos, soledad o tristeza.

Camina un señor con aspecto bohemio,
con aspecto diría, de ser un poeta.
Con barba muy blanca, y gorrilla azul
y, un paraguas negro de su mano cuelga.
Su mirada fija en el suelo va,
sus labios repiten los versos
de un nuevo poema.

¡Cómo pasa la vida por mi ventana!

Con dificultad, allá a lo lejos
caminan los dos, a paso muy lento,
unidos del brazo, contándose van...,
reviviendo algunos recuerdos.
Las prisas en ellos quedaron atrás,
para qué correr, se dicen:
que la muerte espere,
aún queda tiempo..

¡Cómo pasa la vida por mi ventana!

 © Kety Morales Argudo
2000


24 may 2017

¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!


Poema inspirado en el cuadro de Tristram Hillier















¡Qué tiempos aquellos!
Con las puertas abiertas sin ningún recelo.
Por si alguna vecina, a la hora que fuese,
venía a por agua del pozo, siempre lleno.

¡Qué tiempos aquellos!
Con sus cosas buenas
y sus contratiempos!

Al despuntar el alba, se llenaban las calles
de mozos, con los mayorales, a labrar la tierra,
siguiendo el legado de padres y abuelos.

A la caída del sol, regresaban los hombres
montando sus mulas,
regresando del campo y, con su regreso,
el sonido del carro, y su traqueteo.

¡Qué tiempos aquellos!
Con sus cosas buenas,
y sus contratiempos!

Aún existe esa silla de enea
esperando en la puerta
para coger el fresco.

Esa silla de enea, sigue vacía.
Dejó de ocuparla, un día, el abuelo.
Se marchó en silencio,
se marchó sin quererlo.

¡Qué tiempos aquellos!
Con sus cosas buenas,
y sus contratiempos!

Al atardecer, la juventud con su lozanía,
debía recogerse, al encenderse las luces
de los farolillos, de las calles del pueblo.

¡Qué tiempos aquellos!
Con sus cosas buenas
y sus contratiempos!

Sin embargo,
Había de todo– decían-:
falta de libertad,
muchos prejuicios,
muchos anhelos.
Pero, ante todo 
¡Mucho respeto!
¡Mucho silencio!

Hoy, todo ha cambiado, -dicen-,
las costumbres aquellas
están obsoletas,
sólo son, recuerdos.

Ahora se trasnocha.
El libre albedrío,
se ha transformado
en falta de respeto.
Niños en la escuela
son amenazantes
con los maestros.

¡Qué tiempos, ahora!
Con sus adelantos,
y sus contratiempos!

Al atardecer, como siempre ha hecho,
el sol se oculta tras el horizonte,
para renacer al siguiente día,
tranquilo y sereno.

¡Qué tiempos aquellos!
Con sus cosas buenas,
y sus contratiempos!

Kety Morales Argudo
     Safe creative

https://youtu.be/SrUB-WuUtTc


16 may 2017

EL ECO

Edvard Munch.






















Apoyado en la barandilla del puente,
observa el vacío que refleja su alma.
Un tímido lamento se le escapa,
tiene miedo darle la espalda y seguir
escuchando su eco.
Así, permaneció horas y horas,
hasta que el eco, se fue diluyendo.

© Kety Morales Argudo
Una mirada al atardecer

9 may 2017

DIÁLOGO

Kety
Foto: Kety:

















Cuando aún las luces de la ciudad,
alumbran al llegar la alborada,
dos héroes de una fábula grotesca
en un banco sentados,
amigablemente dialogaban.
Dos héroes de fábulas quiméricas.
Don Quijote, un hidalgo ocioso.
buscador de libertad y justicia.
Sancho, de posición humilde,
sin fortuna que le acompañara.
Anhelando su ínsula soñada.

Sin saber en su torpeza cada cual.
que no conseguirían nada.

Tras ellos, unos oídos invisibles escuchan,
anotando de ellos, cada palabra.
De don Quijote, eran sueños y utopías
soñando con una hermosa dama.
Había leído muchos libros de caballería…
En todos, el amor resaltaba.
De Sancho Panza, eran frases simplonas,
sencillas, pero, de mucha templanza,
el pobre por ser pobre no tendrá cultura
pero sí, palabras sabias.
Ya se sabe qué, en casa del pobre,
el hambre acentúa el ingenio
y, a Sancho Panza, eso, le sobraba.

Ya lo dijo su creador Miguel de Cervantes:
“Los montes  crían letrados”

© Kety Morales Argudo
Libro: Una mirada al atardecer
9/5/17