Para el concurso de Mª Jesús: Paradela
El día se presentaba caluroso, treinta y cinco grados anunciaban.
Salí más temprano de lo habitual a comprar el periódico, debido a una colección de libros que se adquirían con él, se agotaba antes.
Aprovechando que estaba en la calle me acerqué hasta las galerías de alimentación. Había prometido a mi familia cocinarles “conejo al ajillo”.
Di una vuelta por la galería, hacía tiempo que no iba, me había apuntado a una serie de actividades que me tenían muy ocupada, y echaba de menos algún que otro encuentro con amigas y vecinas. Pero como siempre ocurre, cuando vas despacio no coincides con nadie, y cuando vas con prisa coincides con varias.
Llegué a la carnecería, un grupo de personas esperaban su turno, pregunté por el último y esperé mi turno.
Poco a poco me impacientaba, el carnicero, un hombre fortachón pero muy lento conseguía que la clientela se aglutinara de un modo espectacular. Tenía fama de ello, pero su género era tan fresco, que merecía la pena esperar.
Una señora por delante de mí, pidió que le preparase un cochinillo para asar. El grupo de personas allí reunidos, mirábamos expectantes al carnicero. La delicadeza y parsimonia al coger el cuchillo para abrirlo, parecía más bien un cirujano haciendo un corte de disección.
Mientras extraía las vísceras me distraje, unas señoras comentaban algo referente a una noticia del periódico. No oí nada concreto, pero deduje por sus gestos que debía ser una noticia espectacular.
Por costumbre, al comprar el periódico lo ojeo por encima, pero con las prisas no lo hice.
Quise echarle un vistazo, pero en ese instante era mi turno. Pedí un conejo. El carnicero muy amable me preguntó si lo quería troceado, le dije que no para abreviar.
Al llegar a casa, recordé la conversación de las señoras, dejé la bolsa de la compra y sin colocarla, cogí el periódico, busqué una noticia que resaltara. Tuve suerte, pues tengo la manía de leer la portada e instintivamente paso al final.
Allí en la última página estaba la noticia. El titular decía:
“UN MUERTO EN VIVO”
“Un canal de televisión retransmite una autopsia en una galería de Londres”
El doctor alemán Günther von Hagens y dos ayudantes, diseccionaban el cadáver de un alemán de 72 años ante la expectación de 300 vivos...”
Después de leer la noticia, conecté la televisión, en ese instante retransmitían el reportaje de la autopsia. ¡Era escalofriante! Pero más escalofriante era, ver la frialdad de los rostros de los espectadores que acudieron al acto.
Más tarde me dispuse a colocar la compra. Cogí el conejo, saqué la tabla para trocearlo, pero no pude, me recordó..., lo metí en el congelador, puse agua a hervir para cocinar un puré de patatas con huevos y leche.
Kety Morales Argudo
Relato rescatado del 2002
http://www.elpais.com/articulo/ultima/muerto/vivo/elpepiult/20021122elpepiult_9/Tes
Fotografías: Mª Jesús -paradeladecoles-
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30 oct 2011
24 oct 2011
EL SUEÑO DE ALBA
Irene y Alba pasean a la salida del colegio. Alba ha aprendido a leer, y sueña con un cuento que vio en una librería; "La niña de los fósforos" de Andersen.
-Diecisiete euros, son muchos euros,, le dice su madre, que tiene que hacer milagros para llegar a fin de mes. Irene sabe la ilusión de su nieta,y cada día ahorra un euro, aunque a ella también le cuesta con su minúscula pensión.
Y llegó el gran día. A la salida del colegio, Irene espera a Alba, impaciente por darle los diecisiete euros.
19 oct 2011
LA PESETA
19 de octubre de 1868
Cómo pasa el tiempo,
-se decía la peseta-
Aún recuerdo aquel día.
Un diecinueve de octubre
acuñaronme en plata.
Me nombraban como “pela”
“rubia” en la república.
Pero todos coincidían en
la atracción de la moneda.
Pero llegó un “señor”
devaluando mi presencia.
Vistiéndome de una mezcla
que, aunque no era de plata
seguía siendo peseta.
También vestí de papel
luciendo a un marqués,
y lucí a Don Quijote
un manchego universal.
Más tarde, la transición.
Con ella, la Realeza.
Dibujando en mí, su cara.
¡Qué orgullosa la peseta!
Pero unos años más tarde
mi figura se encogió,
me vistieron de aluminio,
mi peso disminuyó.
Poco a poco fui observando
desprecio por todas partes.
Si me caía al suelo…
¡Nadie se dignó a agacharse¡
¡A veces! Un viejecillo
añorando mi valor,
se agachaba torpemente
guardándome en su pantalón.
Hace años que no existo,
el euro me suplantó.
Aquellos que me tiraban
ahora..., reconocen mi valor.
Kety Morales
15 oct 2011
HUELLAS
1 oct 2011
EL JARDÍN DE LOS RECUERDOS
Concurso:-Mª Jesús- Paradeladecoles
El sol se filtraba por las rendijas de la persiana ofreciendo un nuevo día. Esteban, pensativo e inmóvil, abrió los ojos, dio media vuelta en la cama desperezándose para mirar la hora que marcaba el reloj de la mesilla de noche. Por un momento quedó dubitativo. .
Tal vez desorientado ante una nueva etapa. Etapa que siempre había soñado, y sin embargo, ahora se sentía fuera de lugar; las prisas por levantarse, asearse, y desayunar mirando el reloj para no llegar tarde a su puesto de trabajo. Todo era pasado y ahora tenía que plantearse ocupar las horas vacantes.
Terminó el desayuno. Como de costumbre salió a la calle, con inercia sus pasos le llevaron a dónde tantos años había dedicado gran parte de su vida.
Se cruzó con grupos de chavales con sus mochilas a la espalda hablando entre ellos de sus proyectos, de su futuro, un futuro incierto, si, pero su futuro, y sintió nostalgia retrocediendo a su juventud. ¡Cuántos años de aquello! –pensó-.
De soslayo miró los coches aparcados junto al edificio, posiblemente uno de ellos sería del profesor que ocupaba su puesto, seguramente, sería un joven como cuando llegó él por vez primera, y halló el aula vacía, y sintió desasosiego y más tarde satisfacción al ver como jóvenes llenos de inquietud ocupaban sus sillas e impacientes esperaban con un silencio sepulcral, comenzase con la lección diaria. Pero no todo eran recuerdos gratos, un regusto de amargura le inundó al recordar a un grupo de indolentes que se resistían a aprender para el día de mañana.
El sol se filtraba por las rendijas de la persiana ofreciendo un nuevo día. Esteban, pensativo e inmóvil, abrió los ojos, dio media vuelta en la cama desperezándose para mirar la hora que marcaba el reloj de la mesilla de noche. Por un momento quedó dubitativo. .
Tal vez desorientado ante una nueva etapa. Etapa que siempre había soñado, y sin embargo, ahora se sentía fuera de lugar; las prisas por levantarse, asearse, y desayunar mirando el reloj para no llegar tarde a su puesto de trabajo. Todo era pasado y ahora tenía que plantearse ocupar las horas vacantes.
Terminó el desayuno. Como de costumbre salió a la calle, con inercia sus pasos le llevaron a dónde tantos años había dedicado gran parte de su vida.
Se cruzó con grupos de chavales con sus mochilas a la espalda hablando entre ellos de sus proyectos, de su futuro, un futuro incierto, si, pero su futuro, y sintió nostalgia retrocediendo a su juventud. ¡Cuántos años de aquello! –pensó-.
De soslayo miró los coches aparcados junto al edificio, posiblemente uno de ellos sería del profesor que ocupaba su puesto, seguramente, sería un joven como cuando llegó él por vez primera, y halló el aula vacía, y sintió desasosiego y más tarde satisfacción al ver como jóvenes llenos de inquietud ocupaban sus sillas e impacientes esperaban con un silencio sepulcral, comenzase con la lección diaria. Pero no todo eran recuerdos gratos, un regusto de amargura le inundó al recordar a un grupo de indolentes que se resistían a aprender para el día de mañana.
Paseó por el jardín ubicado frente al edificio. Acarició el árbol de Matías, "¡dos años jubilado ya!- Exclamó para sí. El de Eloisa, gran profesora en Historia del Arte, El de Gabriel, profesor de literatura... Caminó hasta llegar a su árbol, la emoción humedeció sus ojos. Le acarició con la calidez que se acaricia a un hijo ya crecido y que ha visto su meta realizada. Permaneció abrazado a su árbol no se sabe el tiempo, hasta que una voz gritó: ¡¡Maestro!! Aquella palabra fué como una inyección de adrenalina para seguir caminando, alejándose de aquel jardín con tantos recuerdos guardados.
Fotografías: Mª Jesús (Paradeladecoles)