Punto y final
Se sentó frente a la pantalla, fija, con los ojos muy abiertos. Era la primera vez que se enfrentaba a un artilugio así, era como abrir una ventana a un mundo aún sin explorar. Comprendió enseguida que tecleando unas direcciones se abrían ventanas. Tras esas ventanas se escondían verdaderos genios- tal vez sin descubrir-, y que el mundo ignoraba.
Aquello era un camino infinito e interminable. Tras una dirección, otra, otra, y otra.
Así sucesivamente. Pasaban las horas, los días, los meses, los años, y aquello no le veía el fin.
En su obcecación de permanecer frente a la ventana del artilugio, pasó por su cabeza, que tenía cierta similitud con un tal Alonso Quijano, ya que ni se acordaba de comer ni dormir…, por descubrir no sé qué.
Una de las veces que tuvo que levantarse a hacer sus necesidades fisiológicas- esas no perdonan-, al mirarse en el espejo del baño al que había ignorado últimamente, apenas se reconoció ¡¡Caray!! Exclamó con horror: ¡Quien esta intrusa! –pensó-.Pero la intrusa quedó allí inerte. Fue entonces cuando, en un intento de ahogar un grito, se llevó la mano a la boca… y en ese instante vio a la intrusa hacer su mismo movimiento, su mismo gesto ¡Oh Dios! ¡No puede ser!
Volvió a sentarse frente a esa hipnotizadora ventana, tras reflexionar un instante, pulsó el interruptor, desconectó. Todo era silencio y soledad.
Fue entonces cuando comprendió que se había olvidado de vivir su propia vida.
P.D. No me gusta decir adios, simplemente; "Hasta luego"
Kety Morales Argudo
27/04/08