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22 may 2007

LA HOGUERA














Me senté frente a un monton de papeles. Borradores con relatos y poemas mal escritos, seguramente recogidos en un arrebato, con el fin de no olvidarlos posteriormente.
Estaba decidida a hacer una hoguera con ellos. comenzaban a invadirme. Total, ya no servían para nada.
Mientras los amontonaba, cambié de opinión. Mejor leerlos uno a uno-pensé-, tal vez entre ellos haya algún resquicio, algún mensaje, o una frase emotiva. ¡Quien sabe!
Las horas pasaban. A mi derecha puse aquellos que no merecían la pena. A mi izquierda, aquellos que contenían...sentimientos.
Entre tanto folio había de todo; amor, desamor, nostalgia, soledad, tristeza, consejos...
Entre ellos apareció un relato un tanto extraño. No recordaba haberlo escrito. La letra era de imprenta ¡Qué raro!

"No debió sonar el reloj, ¿O sí? Debió apagarlo para que no molestase. Tenía que coger el tren de las siete, y sólo faltaban unos minutos. Aceleró el paso. ¡No podía perderlo!
Nada más subir sonó el pitido de salida del jefe de estación. No pudo subir en el vagón habitual. en el trayecto descubrió algo. Hasta ese momento no le había dado importancia.
-No podía ser -pensaba-, ¡Imposible! A él no podía pasarle. Eso le pasa a los demás.
Miró a un lado y a otro. Deseaba verla, pero no, su vagón era otro.
Trataba de distraerse pensando en otras cosas, pero de inmediato volvía a pensar en ella.
¿Cuándo empezó todo?- se preguntaba tratando de recordar:
Era lunes. Se sentó a su lado. con la excusa de sentarse junto a la calefacción le cedió el asiento y entablaron conversación.
Cada día la esperaba, trataba de guardarle el sitio.
Cuando realmente comprendió que sentía algo por ella... fué en aquel sueño. Iba más allá de lo normal. A partir de entonces se acostaba con el temor a delatarse a si mismo. De niño soñaba en voz alta. Temía le pasara lo mismo y su mujer lo descubriese.
Una zozobra absurda le fue minando. Pensó en alguien que le diese una solución a su problema.
Para descargar su conciencia, eligió la confesión. tras haber contado su historia, su sorpresa fue, al mirar a través de la rejilla de madera del confesonario, el sacerdote no era el sacerdote. Un individuo extraño y difuso le confesó tener relaciones con una persona muy allegada a él. Se sintió herido y chantajeado. en ese instante creyó ver un monstruo dentro del confesonario.
Atónito, salió corriendo, se tropezó con un banco. Caído en el suelo miró hacia arriba. una figura diabólica le tendía una mano...
Sintió unos golpecitos en el hombro: - señor, señor, despierte, ha llegado a su destino.
Sobresaltado le dió las gracias al revisor y se bajó del tren..."

Por un momento quedé paralizada ante el relato y el montón de folios. Eran tantas las frases leídas. Mi cabeza confusa no discernía entre mensajes o sentimientos.
En ese instante recordé unas palabras de P.M.T. en su libro "El buscador de argumentos" que decía: "Si el argumento no vale, que lo queme el quemador de argumentos, y si el argumento vale, ya se encargará el archivador de argumentos de archivarlos".
Con esta reflexión, cogí de nuevo todos los folios escritos, y los archivé en un libro. Quizá libré algún sentimiento de morir en una hoguera. ¡Quién sabe!

Kety Morales Argudo
Copyright
2001

1 comentario:

PMT dijo...

¡¡Coño, Kety!! ¡Qué homenaje, no sólo por el bujscador de argumentos si no por los sueños imposibles de los viajes inacabables...

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